Descripción
Quien se encomienda a María sabe que todo está por cumplirse. Esto solo lo saben las personas que en la presencia de Dios se han descubierto verdaderamente pecadores, como el publicano en el templo de Jerusalén. Por esto María es refugio de los pecadores, lugar de consolación que transforma a “los peores” en apóstoles del Reino que le donan a los demás la presencia de Cristo; los justos puritanos y los teólogos de profesión nada saben de estas transformaciones porque para ellos la gracia “siempre nos precede”, pero solo en teoría. Cuando, como Jesús siendo niño, el Inocente, nos ponemos en las manos de la Mujer de Nazaret, es cuando todo comienza de verdad, todo es nuevamente concebido para abrirse a la vida verdadera, y no a los juicios o los miedos. Las cosas viejas desaparecen para dejar espacio a las nueva.
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